Con sabores originales de Colombia “Las Negritas Picaronas” conquistaron Los Andes

Con sabores originales de Colombia “Las Negritas Picaronas” conquistaron Los Andes

- en Los Andes
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Con sus jugos Silvia Nereida Hernández Sevillano ha logrado educar a sus hijos, comprar una casa y echar raíces en nuestra ciudad.

Hace 16 años Silvia Nereida Hernández Sevillano (48), toma la decisión de dejar su natal Colombia y buscar nuevos rumbos para ella y su familia, empujada por amenazas de muerte para que dejara su puesto de supervisora de aseo en el municipio de Cali.

Hoy Silvia Hernández, actualmente nacionalizada chilena, nos cuenta esta parte de su vida que la trajo a un país desconocido, primero a la fría Patagonia y luego a Los Andes, una ciudad que dice querer mucho y en la cual se quedará para siempre.

UN SOBRE CON AMENAZAS

“Yo trabajaba en el Departamento de Aseo del municipio de Cali. Mi país hace algunos años era muy peligroso, demasiado peligroso, en el cual la vida del ser humano no era mucho lo que valía. A mí por el puesto que tenía –de supervisora- me amenazaron de muerte. Coloqué demandas en tribunales pero si a uno lo mata la fiscalía no le va a devolver la vida. Me amenazó gente que quería mi puesto. Me mandaron un sobre con amenazas”.

AMOR VIRTUAL

Un chileno con el cual mantenía una relación por redes sociales la alentó a dejar Colombia y venirse a Chile donde contraerían matrimonio para iniciar una nueva vida.

Su futuro marido chileno la trajo primero al extremo sur, a Chile Chico, donde trabajaba en una empresa minera, para después trasladarse definitivamente a Los Andes.

“Yo estaba de novia por Internet con mi actual marido, le conté el problema y él me dijo que me viniera y dejara todo, y de esa forma llegué a la Patagonia, porque él es de allá. Yo llegué, me estaba esperando, y en ese momento nos conocimos en persona porque antes era solo a la distancia por las redes sociales. Nos casamos y gracias a Dios estamos juntos”.

SE TERMINÓ EL TRABAJO CON EL CIERRE DE LAS MINAS

Hace algunos años cuando se produjo una crisis económica las minas de la Patagonia comenzaron a cerrar y el marido de Silvia se quedó sin trabajo “y en ese momento le ofrecieron pega en Los Andes y nos vinimos con monos y petacas”. De eso han pasado 11 años.

“CON LOS AÑOS ESTOY ACLIMATADA»

El cambio es radical desde el punto de vista del clima. De una cálida Colombia a la fría Patagonia chilena, y luego a un Los Andes con veranos extremadamente calurosos e inviernos de muy baja temperatura.

A pesar de lo anterior Silvia dice que con el paso de los años está aclimatada “e increíblemente a veces prefiero más el frío, pero amo el calor por mi trabajo (de los jugos)”.

Como anécdota cuenta que hace poco fueron a Colombia y su hija Marcela no se acostumbró y pidió volver de inmediato. “Increíblemente no se acostumbró al calor de su país natal, estaba sofocada, y echaba de menos a Los Andes”.

CUATRO HIJOS

De su primer matrimonio en Colombia tiene cuatro hijos. “Un hijo que actualmente vive y trabaja en Copiapó, y tres hijas, las cuales están conmigo acá en Los Andes”.

PRIMERO SOLA Y LUEGO LA FAMILIA

Silvia se vino primero a Chile dejando a sus cuatro hijos en Colombia con su mamá. “Al año de estar acá me traje a mis hijos. Mi marido me dio dinero para que los trajera porque lloraba mucho. Primero me traje al varón y después me traje a mis tres hijas”.

Cuando comenzó a trabajar y lograr una mejor situación tomó la determinación de traerse a sus padres los cuales con una edad avanzada presentaban complicaciones de salud. “Yo viajé a traerlos. Yo tengo otras dos hermanas acá las cuales están casadas, y una de ellas también está nacionalizada y vive en Rinconada donde también vende jugos, La Negrita y Alonsito”.

Su padre falleció hace 2 años y está sepultado en el cementerio parroquial de la ciudad.

“A ESTE PAIS LO AMO MUCHO”

Confesó que “a este país yo lo amo mucho, porque gracias a Dios lo que tengo hoy en día ha sido por la ayuda de muchas personas que me han ayudado como don Jaime Muñoz Bustos de la heladería de calle Membrillar que es como mi padrino, para mi negocio ha sido fundamental. Yo arrendaba congeladoras hasta que él fue a Santiago y compró dos máquinas y me las trajo para que no siguiera arrendando, y me dijo que se las pagara de a poco, como pudiera, hasta que finalmente pude saldar la deuda”.

PRIMERO COMO TEMPORERA

Cuando llegó a Los Andes su primer trabajo fue como temporera en el Fundo el Guindal de Calle Larga. “Luego estuve trabajando en Portillo una temporada, posteriormente como aseadora para una empresa contratista en el supermercado Mayorista 10, pero sacaba la ‘cresta’ trabajando pero la plata era muy poca y estábamos pagando arriendo”.

LAS FIESTAS PATRIAS FUE SU DESPEGUE

Sus penurias económicas comenzaron a quedar atrás cuando una amiga la alentó a crear su propio emprendimiento aprovechando las Fiestas Patrias. “Vamos a trabajar, a vender lo que nosotros tenemos en nuestro país, la venta de los jugos naturales. Pero no tenía plata para trabajar, para comprar la materia prima, y me propuso que lo hiciéramos a medias, y las personas que me han ayudado me colaboraron y nos fuimos a vender jugos en un puesto que instalamos en un pequeño espacio que nos arrendaron en el lugar donde se celebraban las fiestas, y nos fue bien”.

Le quedó gustando el emprendimiento y al año siguiente, más preparada, se instaló sola y desde ese momento no ha parado.

Por esos años estuvo vendiendo en ferias y en todo evento especial para lo cual pagaba un permiso municipal.

LOCAL ESTABLECIDO: DIFICILES INICIOS

El primer permiso para establecer un local fijo lo obtuvo cuando instaló un kiosco en la esquina de Santa Rosa con Esmeralda, donde está el campanario de la parroquia con la autorización del cura párroco de Santa Rosa que le proporcionaba la luz y el agua, pero no duró mucho porque recibió muchas críticas de algunas personas que no aceptaron que se le otorgara un permiso a una extranjera, y que dudaban que tuviera resolución sanitaria.

En virtud a lo anterior el párroco le permitió instalarse en un terreno de propiedad de la iglesia antes que se iniciaran las obras del restaurant Raconto, con la promesa que una vez que el privado tomara posesión del lugar para construir debía buscar otro espacio.

“Me hicieron un contrato de arriendo y no me cobraron un peso”.

NUEVO LUGAR

Cuando comenzaron las obras del restaurant tuvo que sacar su kiosco y cuando no tenía donde irse surgió la valiosa ayuda del comerciante Juan Jiménez y su esposa que le permitieron instalarse en su terreno en la misma calle Santa Rosa frente a Plaza de Armas en un lugar muy cercano al anterior, donde permanece hasta ahora desde hace 3 años.

“Como el terreno no tenía instalación sanitaria el padre de la Parroquia Santa Rosa otra vez me dio la mano y me permitió tirar el agua al desagüe de la iglesia”.

PAGANDO LA CASA

“Me dio la oportunidad don Juan Jiménez y aquí estoy luchando para terminar de pagar las deudas que tenemos, que es un crédito hipotecario de nuestra casa”.

LAS NEGRITAS PICARONAS EN PLENO CENTRO

Silvia y sus hijas –entre ellas Marcela- encantan los paladares de los andinos con la mayor variedad de jugos naturales que prepararan en base a frutas propias de Colombia.

“Los hacemos con fruta colombiana y también chilenas. La piña, el plátano, la naranja, la frambuesa y el arándano, todo eso lo compro acá. De importación traemos la maracuyá, el mango, la guanabana (de propiedades anti cancerígenas), el lulo, la mora y tomate de árbol eso lo traemos de Colombia. En Santiago hay una empresa importadora que los trae directamente de Colombia y me traen el pedido”.

¿QUÉ PASA CON EL NEGOCIO EN INVIERNO?

Los jugos frescos y variados de las negritas se asocian al verano, pero que pasa con el invierno andino que están extremo? “El zanahoria naranja sale mucho por las vitaminas para combatir los resfríos. Pero además me defiendo vendiendo papas fritas, papas rellenas y empanadas colombianas que traigo preparadas de la casa donde también tengo resolución sanitaria, y también tengo permiso para vender café. Pero en general la gente toma jugos con frio y calor igual”.

“NO SOMOS PROSTITUTAS”

Silvia al llegar al país sufrió los rigores del rechazo por ser extranjera y de piel morena. “En Coyhaique unos nazis me gritaron ‘negra mona ándate para la jungla, para tu país’ y me tuve que esconder en un centro de llamados”.

Se quejó que en Chile “piensan que por ser negras tenemos que ser prostitutas, y al comienzo muchos me preguntaban en que negocio de la noche trabajaba”, debiendo enfrentarse en varias oportunidades a ese estigma. “Por el hecho yo de ser negra no quiere decir que sea una ‘p….’. Yo soy trabajadora cien por ciento, me gusta mi trabajo, soy honrada, tengo mi marido y tengo que salir adelante con mis propios medios, no con la prostitución. Pero son casos aislados que me ocurrieron en otras partes. La gente en Los Andes me conoce, me respeta y me quiere como yo también a ellas, es como mi otra familia que ahora tengo”, dijo.

Silvia ya no se mueve de Chile, está nacionalizada, “mi carnet ya no dice extranjera, dice chilena, y estoy feliz porque acá no se ha perdido todavía el respeto hacia el ser humano, un país donde todavía se puede vivir tranquilo, gracias al Señor”, concluyó.

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