Muy temprano, me remeció la infausta noticia que nuestro muy querido profesor Gustavo Porta y Calderón por la madre, como le gustaba decir a él, había partido al encuentro con su creador. Fueron cerca de 20 años que Gustavo nos acompañó con su excelso magisterio. Y ahora muy consternados me llamaban chiquillos de esos tiempos, me pedían información, me rogaban que les dijera que todo era un malentendido y aún podían abrazar a su noble maestro. Otros, que ya tenían la confirmación del trágico deceso, me instaban a que le hiciera un homenaje por las redes sociales y así ellos también harían su aporte. Algunos me contaban anécdotas y situaciones, de esas que se quedan grabadas en los sentimientos, las mentes y los corazones de quienes las vivieron.
Ramón Salas, ahora ya con sus canas me decía: “Se acuerdaaa, profe, cuando trágicamente murió la mamá de nuestro profesor Gustavo. Yo estaba en la oficina cuando llegó don Gustavo, ustedes le expresaron su pesar, él como siempre, se dirigió al estante a sacar su libro de clases y usted se encaró con él, diciéndole: -Gustavo, yo tomo tu curso, anda donde tienes que estar-. Él, inmediatamente replicó: -Vengo de estar con mi madre, Lalo. -Pero, Gustavo, dijo usted, allá debes estar. Y él respondió: -Tú sabes que tengo alumnos que vienen de Rinconada y de otras comunas, ellos pagan pasaje por venir a sus clases, hay que atenderlos. Usted le subió el tono: -Gustavo, los chiquillos te quieren y comparten tu pena, salúdalos y vas con tu señora madre. Y fue a la sala de clases, nos contó una historia muy bonita de esfuerzo, entrega y sacrificio que vivió junto a sus padres. Supimos que su progenitor era un hombre bueno y un tremendo trabajador que llegó de la Viejaaa España y en Rinconada laboraba de mecánico en un fundo, que nunca faltó un solo día a su pega. Que se movilizaba en una muy antigua camioneta del año 20, la que, con sus cuatro viajes diarios, era el Reloj del Pueblo, nos habló que venía de una familia numerosa de16 hermanos… donde los 5 kilos de pan eran sólo una pasada. Y que su padre Enrique les enseñó que a pesar de las muchas dificultades que se deban enfrentar, siempre había que ser agradecidos de Dios y de la vida…”
Gladys Castro, una gran dama, que tuvimos la suerte de tener con nosotros en nuestro vespertino, me decía: “Qué manera de querer su profesión y al Liceo nuestro gran profe Gustavo… Se acuerdaaa, Profe Lalo, cuando venían los inspectores de subvención, el Profesor Gustavo nos empezaba a llamar uno por uno muy tempranitooo. Nos hablaba del compromiso que debíamos tener con nuestro Liceo… Ese día ninguno de nosotros podía faltar a clases… Las mamás llegaban con sus guaguas, los chiquillos de la constru, los mecánicos, los del campo, del comercio, ingresaban y ocupaban sus bancos con su sencilla indumentaria de hombres de trabajo y nadie se quejaba. Es que al profe no se le podía fallar. Incluso me recuerdo de José Uriarte un hombrón alto, moreno, maceteado que era el dueño del segundo banco de la fila del medio, nos decía muy orgulloso que su banco era el mismo que ocupaba su hijo en el liceo diurno y que su chiquillo era muy estudioso y él estaba seguro de que iba a ser un gran profesional. Y el profe Gustavo agregaba: -El Pepe Chico fue mi alumno y es muy estudioso y seguro que va a ser un tremendo ingeniero- Además, contaba que en su casa, hubo un viejo que no sabía leer ni escribir. Y el chiquillo lo había obligado a venir estudiar de noche. Y a veces hasta lo viene a buscar… ahora ese Viejooo -mostraba riéndose a José-, es uno de los mejores estudiantes que tengo en el curso. Y el hombrón replicaba -No se ponga a gritaaar las Sopaipillas pos profe… No ve, que yo llego y me pongo a llorar no más”. “Qué hermoso que era nuestro Liceo”, decía Gladys.
Gustavo… Por fa, déjame recordar como andino e hincha de Trasandino… Era un lunes de hace varios años… los chiquillos del Vesper… comenzaron a juntarse en el portal de ingreso por la calle Papudo… Me extrañó verlos de noche en el Liceo con sus banderas y poleras verdes, se formaban solitos de a cuatro y no entraban. Fue de repente que empezaron a sonar tambores y hasta una trompeta. Era una espectacular comitiva. Al frente venían: Manolo Calderón, hoy un prestigioso educador del Liceo Mixto, acompañado de Vitoco Córdova, hoy un cotizado chef, y Pancho Madrid, excelente profesor actual de nuestro Vespertino, los que hacían sonar cajas y trompetas. En el medio dos chiquillas muy orgullosas levantaban un Lienzo que decía con letras grandes: “Trasandino y Liceo Vespertino 1 UC 0”. Era tan hermoso el gesto de mis chiquillos. Así que saqué también mi bandera verde y exigí mi lugar en la columna. Dimos la vuelta marchandooo por el patio central. Los mismos chiquillos, ubicaron delanteee a los homenajeados: dos grandes personajes para rendirles los respectivos honores… Nos habían regalado un triunfo memorable, habíamos derrotado a una UC puntera e invicta, la habíamos vencidooo con habilidad y destreza en los pastos del inolvidable Estadio Ferroviario de Los Andes. Y los chiquillos del Vespertino vitoreaban y expresaban su alegría y reconocimiento al estratega, al estimado DT de Trasandino que era nuestro querido profesor Gustavo Porta, y exigieron también ubicarse al frente al autor del gooool olímpico, Juan Carlos Gamboa, nuestro alumno de cuarto año medio en aquel hermoso tiempo que nos regaló la vida.
Hago llegar mi pena y gratitud a la esposa del profesor Gustavo Porta, la distinguida dama andina, Señora María Isabel Maturana Díaz, a sus hijos Vania María Isabel y Gustavo Alejandro, y a su tremendo orgullo, su nieto y bisnieto hoy en Alemania: Karl Gustav Ferenc Boehmwald Porta y Vigo Boehald Janicke…
Eduardo Araya Segovia Juan Montenegro González